El pan crujiente,
luminoso como el Sol,
y el vino
de aquél puchero de barro,
de acabado perfecto,
de noble materia,
serian su alimento.
Ya no eran tan jóvenes,
pero si hermosos
y se amaban,
no podían vivir
el uno sin el otro.
Juntos pasaban la tarde
sin tocarse, pero juntos,
próximos.
Era evidente,
todos lo decían.
Ese amor tiene perfume
de Primavera.
Mavi g.g.
1ª entrega