Pesado día de calor.
Los pasos cansinos
arrastran mi cuerpo y me cuesta pensar.
Es un verano sofocante y violento.
El aire huele a humo,
los incendios se suceden cada vez más.
¿Que será de esa naturaleza maltrecha?
Siento como propio el pavor
de cientos de animales
buscando refugio del fuego.
Un calor húmedo asciende
de la tierra quemada,
y el viento se ha parado.
Ciclo monstruoso que se repite
sin descanso cada estación.
Decir verano, calor,
es decir desastre ecológico.
Ahora son los recortes
culpables de la falta de atención al monte.
Antes, pirómanos sin escrúpulos,
miserables asesinos de un bien común.
¿A quien creer?
Lo único cierto es el sentimiento de impotencia
ante el desastre del fuego que mata.
Pabellones de silencio
quedan tras los rastrojos
humeantes.