Las manos asidas
a una ilusión,
soplas y soplas un globo
como juego único,
nada más llena sus días.
En la mirada curiosa
se adivina
el fulgor de un porvenir,
querido niño de Mongolia.
Con unos ojos rasgados,
la piel de la cara
me hace pensar
en un frío inclemente.
Hipnotizada y contenta
con tu imagen
doy gracias de encontrarte
un día
pintar tu carita
y soy feliz.
Mavi g.g.